PROGRAMA Nº 1164 | 27.03.2024

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¿QUIÉN ERA BARRABÁS?

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Horas antes de morir en la cruz, Jesús de Nazaret fue sometido a una curiosa votación, junto a un personaje llamado Barrabás. No era para ganar un cargo político, sino para ganar el derecho a la vida. Jesús perdió, y tuvo que morir en la cruz. Pero ¿quién era ese personaje? Su nombre: Barrabás. Hasta el día de hoy su figura sigue siendo un misterio. Para unos era un revolucionario político, del grupo de los zelotas, que conspiraba contra el gobierno de Roma. Para otros, era un asesino. Y para Hollywood, que lo inmortalizó en una famosa película de 1962, Barrabás (magistralmente interpretado por Anthony Quinn) era el jefe de una banda de ladrones que asaltaba y saqueaba caravanas.

Tampoco los Evangelios se ponen de acuerdo sobre su identidad. Para Mateo, era “un preso famoso” (Mt 27,16). Para Marcos y Lucas, era uno de los “sediciosos que en el motín habían cometido un asesinato” (Mc 15,7; Lc 23,19). Para Juan, era “un ladrón” (Jn 18,40). Y para el libro de Los Hechos de los Apóstoles era “un homicida” (3,14). Por lo tanto, del retrato que obtenemos del Nuevo Testamento, Barrabás era tres cosas: un sedicioso político, un ladrón, y un asesino. Pero ¿era algo de todo esto Barrabás, aquel enigmático personaje que casualmente se encontraba en la cárcel de Pilato el día que juzgaron a Jesús?

La creencia más generalizada sobre Barrabás es que se trataba de un sedicioso, es decir, una especie de guerrillero o subversivo que luchaba contra el poder de Roma en Palestina. Pero de ser así, ¿cómo se explica que Poncio Pilato lo soltara tan fácilmente? Ningún gobernador romano, según lo que conocemos de la historia, habría devuelto jamás la libertad a un preso que estuviera acusado de hostilidad contra el Imperio. Por eso otros prefieren la segunda alternativa, de que Barrabás era un simple asesino, que con algunos compañeros habría matado a una persona en el ámbito privado, sin connotaciones políticas ni revolucionarias. Pero, ¿por qué entonces Mateo, al hablar de él, dice que era un preso “famoso”, en el sentido de “ilustre”, “célebre”?

No se trata sólo de alguien “muy conocido”, sino también “admirado” y “respetado”. Pablo usa esta misma palabra griega cuando, al hablar de Andrónico y Junia en Rm 16,7, dice que eran “ilustres” entre los apóstoles. ¿Cómo un ladrón puede ser venerado y tener el reconocimiento popular? La tercera hipótesis ve en Barrabás a un ladrón, un delincuente común. Pero Marcos cuenta que la multitud, al enterarse del arresto de Barrabás, fue a pedir a Pilato que lo liberara, antes de que a Pilato se le ocurriera la posibilidad de que la gente optara entre su liberación o la de Jesús (Mc 15,6-7). ¿Cómo un ladrón y delincuente como Barrabás podía despertar espontáneamente en la gente tanto fervor y entusiasmo, a tal punto de que fueron a solicitar su perdón?

Frente a tantos obstáculos insalvables que encuentran todas estas explicaciones, muchos exegetas han propuesto una cuarta solución: que Barrabás no existió. Que es una figura simbólica, imaginaria, creada por la tradición cristiana para dar mayor dramatismo y significado a la muerte de Jesucristo. Que el único acusado de carne y hueso que estuvo presente aquél día frente a la multitud fue Jesús de Nazaret. Pero si analizamos con más cuidado los datos del Nuevo Testamento quizás podamos encontrar otra respuesta menos pesimista a este problema. Ante todo, llama la atención que Marcos, el primer evangelista en escribir, cuando habla del incidente por el que arrestaron a Barrabás, se refiere a él como “el motín” (en griego, stásis) (15,7).

Resulta curioso que a un motín (o alzamiento político) se lo llame “el” motín, con artículo determinado, sin que en ninguna otra parte se aclare a cuál motín se refiere. Lo único que sabemos es que sucedió en el contexto de la Pascua. Pero, ¿cuál es este motín, ocurrido en tiempo de Pascua, y tan conocido, que no hacía falta más aclaraciones para recordarlo? En griego, la palabra stásis significa, en efecto, enfrentamiento, pelea, lucha, disputa, pero no siempre alude a un enfrentamiento subversivo o político. Por ejemplo, en Hch 15,2 stásis significa “enfrentamiento o debate doctrinal”, es decir, de ideas, sobre el tema de la circuncisión. En Hch 23,7.10 es un enfrentamiento sobre la resurrección de los muertos. En Hch 24,5 es la lucha entre judíos por las diferentes interpretaciones de la Ley.

Por lo tanto, “el” stásis de Marcos (con artículo determinado) podría traducirse también por “el enfrentamiento”, “la disputa”, o “la lucha” de carácter intelectual, incluso artística, o un certamen o concurso lúdico, que coincidiese con las fiestas de Pascua. Ahora bien, ¿cuál enfrentamiento o pugna sobresalía en aquél tiempo de tal manera que hubiera podido adquirir popularmente el apelativo absoluto de “el” enfrentamiento? Gracias al escritor judío Flavio Josefo, sabemos que el rey Herodes había construido en Jerusalén un grandioso anfiteatro o hipódromo en el valle del Tiropeón, la zona baja de la ciudad, en el que se celebraban carreras de carros y de jinetes, dotadas de importantes premios. O sea que stásis podría significar también una competición hípica, en especial una carrera de carros.

Más aún, si a alguna stásis o certamen deportivo le convenía el nombre eminente de “la” competición, era desde luego la carrera de carros, sobre todo en el ambiente de Roma, donde ésta era la máxima atracción popular, y donde se encontraban los lectores de Marcos. Ahora hay que aclarar quiénes eran los sediciosos (en griego, stasiastés) que habían cometido el asesinato, y por el que había terminado preso Barrabás (Mc 15,7). Para esto debemos analizar esta segunda palabra. Normalmente stasiastés se traduce como sedicioso, faccioso, o revolucionario político. Sin embargo la palabra puede traducirse también por perturbador, molesto, es decir, cualquier antisocial privado (como aparece en muchos textos griegos antiguos), y no necesariamente un rebelde de carácter político. De modo que aquellos stasiastés encarcelados con Barrabás podrían perfectamente haber sido unos simples alborotadores del orden público, y no unos activistas subversivos contra Roma.

Podemos concluir, pues: a)que la stásis de Marcos no es necesariamente un choque guerrillero, sino que podría referirse a una competición deportiva, a alguno de aquellos espectáculos que presenciaban los contemporáneos de Jesús en el hipódromo de Jerusalén; b)que los revoltosos que acompañaban en la cárcel a Barrabás no eran unos sublevados contra Roma, sino que podían ser unos simples espectadores excitados, provocadores, y pendencieros. Por lo tanto, no estaríamos muy errados si dijéramos que Barrabás podría haber sido un auriga (es decir, un conductor de carros de carrera), al que el pueblo admiraba y cuya liberación querían a toda costa. Y que los que estaban en prisión con él eran unos espectadores revoltosos que, por ejemplo, podían haber empujado hacia los caballos o las ruedas del carro de Barrabás a un infeliz aficionado, tal vez hostil a su ídolo, y haberle provocado la muerte, de modo que Barrabás terminó también accidentalmente implicado en el crimen.

Si esto es así, entonces se aclaran muchos de los detalles borrosos que aparecen en los Evangelios. Primero, se comprende la distinción que Marcos hace entre Barrabás y sus compañeros de prisión. Sólo a éstos los llama “revoltosos”, y sólo a éstos los presenta como autores del homicidio, mientras que de Barrabás no dice nada. Segundo, que a Barrabás se lo conociera por su apodo. En efecto, Marcos escribe: “Había uno, el llamado Barrabás”. Generalmente la expresión “llamado” alude a un sobrenombre. Así, por ejemplo: “De María nació Jesús, llamado Cristo” (Mt 1,16); “Vio a Simón, llamado Pedro” (Mt 4,18); “Dijo Tomás, llamado Mellizo” (Jn 11,16). De modo que Barrabás no era su nombre, sino su sobrenombre deportivo. Tercero, que Mateo pudiera decir de él que era un detenido “célebre” (Mt 27,16). Cuarto, que Barrabás tuviera tantos partidarios o adeptos de su actividad deportiva, que pidieran espontáneamente su liberación. Quinto, que Pilato no tuviera mayor inconveniente en concedérsela, puesto que, en definitiva, Barrabás no era propiamente culpable.

Esta interpretación tropieza, sin embargo, con un obstáculo. Y es que el Evangelio de Juan define a Barrabás como un “ladrón” (18,40). De hecho este calificativo es el que más ha influido, desde la antigüedad, para identificar a Barrabás. Al llamarlo así, ¿pensaba Juan que Barrabás era verdaderamente un delincuente que robaba y hurtaba? Podemos hallar una respuesta a esto, si tenemos en cuenta que Juan es el Evangelio más simbólico de todos, y que muchas veces su lenguaje y sus palabras esconden un sentido más profundo y alegórico de lo que a simple vista puede aparecer. Por lo tanto, tendríamos que preguntarnos: ¿qué significa “ladrón” para el Evangelio de Juan? La respuesta aparece en la parábola del Buen Pastor (Jn 10,1-18). Allí Jesús dice: “El que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, ése es un salteador y un ladrón” (v.1). En cambio “el que entra por la puerta, ése es el Pastor de las ovejas” (v.2). “Todos los que han venido son salteadores y ladrones” (v.8). “El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia” (v.10).

Ariel Álvarez Valdés
Biblista

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